Después de la pandemia de coronavirus, hemos vivido una serie de circunstancias extraordinarias que nos han hecho olvidar lo que era nuestra vida hace más de un año. El mundo, que todavía está inmerso en una recuperación sanitaria y económica, se enfrenta ahora a un nuevo problema: un gran apagón eléctrico de tiempo indefinido.
“La cuestión no es si habrá un gran apagón, sino cuándo”, sentenció recientemente la ministra de Defensa de Austria, la conservadora Klaudia Tanner, que ha supervisado una serie de maniobras e iniciativas de concienciación sobre lo que asegura es “un peligro real, pero subestimado”.
El “gran apagón” podría traer consigo grandes cortes de luz de larga duración, sobrecargas o ataques informáticos. El Gobierno ha trasladado a sus ciudadanos que sabrán perfectamente el momento en el que llegue el apagón, especialmente porque los ciudadanos no solo se habrán quedado sin luz, sino que el resto de ciudadanos tampoco tendrán. Los dispositivos electrónicos tampoco funcionarán.
El Ejército recomienda tener en casa reservas suficientes al equivalente a dos semanas de cámping, así como pactar de forma previa con familiares y amigos un punto de encuentro y sentar las bases de una red de cooperación vecinal.
El teniente coronel Pierre Kugelweis recomienda, por ejemplo, contar con alimentos que sean muy duraderos, como pasta y arroz, así como conservas, dos litros de agua por persona y día, velas, linternas, un hornillo portátil de gas, dinero en efectivo y una radio que funcione con baterías.
¿Cómo reconocer un apagón?
Los expertos esperan un apagón en los próximos cinco años. Según el Ejército federal del país, hay que comprobar la fuente de alimentación, comprobar si a los vecinos o gente cercana a la vivienda también le ha sucedido. Comprobar la conexión a internet, líneas telefónicas, si se puede realizar llamadas.
Los dispositivos a los que afectaría este apagón eléctrico en Europa son los siguientes: Teléfonos, Internet, cajeros automáticos, sistemas de pago, semáforos, túneles, transportes, ascensores y más elementos que estén conectados.
Recomiendan desde la web, que, si esto existiera, es aconsejable establecer un punto en común o de encuentro, especialmente con los niños. También sería recomendable saber primeros auxilios y asegurar la comida y bebida, demás productos básicos durante algunas semanas.
¿Qué pasaría en Europa?
Una de las cosas buenas que tiene la red eléctrica europea es que es el resultado de un proceso de varios sistemas aislados y esto complica mucho los apagones globales. Los problemas de los estados miembros de la UE pueden aliviarse mediante “rescates” eléctricos de los países vecinos, por lo que nunca habrá cortes generales.
Europa está dividida en múltiples regiones en materia de red eléctrica, en otras palabras, está diversificada, por lo que debería producirse un caos total en el mundo, para que no pudiera asegurarse el suministro en Europa.
El colapso de la red solo se daría en Europa si países como Rusia o Arabia Saudí cerraran el suministro de gas completamente. Debido al cierre de centrales térmicas de carbón, si nos quedamos sin suministro de gas, es posible que llegara a producirse. Por otra parte, esta situación no podrá ser producida debido a una catástrofe natural o a causas meteorológicas adversas gracias a la ya mencionada diversificación, que existe precisamente para prevenir este tipo de situaciones.
¿Y en España?
La respuesta es que, en un principio, se vería poco afectada, ya que las interconexiones de nuestro país con el resto de Europa son muy escasas.
El suministro a España llega en su inmensa mayoría desde Argelia, un 25% del gas importado, y a pesar de las tensiones que se están viviendo con Marruecos por las que España se enfrenta a potenciales graves riesgos de suministro de gas a las puertas del invierno con el cierre del gasoducto del Magreb, solo si este suministro llegara a cero, podría haber problemas.
Además, debido a que nuestras conexiones con Francia solo cubrirían un 10% de ese suministro, la colaboración europea no paliaría el problema. Y, aunque en España hay instalados más de 100.000 megavatios (MW) de potencia repartidos en multitud de centrales nucleares, hidroeléctricas, renovables y gas, estamos muy lejos de ser autosuficientes.