¿Existe un tiempo libre?

Tenemos que empezar a tomarnos en serio lo que somos

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libre Diario de Alicante
Josep Manel Sánchez

Los ojos de mi gata son de color jade transparente, cuando los observo desde un ángulo de ciento sesenta grados. He ahí su pose felina, quieta y majestuosa, seguramente pensando qué hacer con su desmesurado tiempo libre. Mi gata juega, corretea, come, bebe, evacua, duerme, se acicala a lengüetazos, todo en un espacio conocido entre límites y marcado por su piel aterciopelada. Le sobra tiempo, mucho tiempo, para filosofar sobre nuestras descabelladas y absurdas existencias.

La especie humana tenemos entre el frigorífico y la taza del váter mucha pérdida de nuestro tiempo interior. El conjunto de esta sociedad que nos sobrevive, compuesta por individualidades cada vez más privadas, permite que desde su cúspide burocrática nos llueva toda una serie de objetos y documentos de consumo y pago, para tener entretenidas nuestras vidas las 24 horas del día, porque hasta en los sueños aparecen para recordárnoslo, algún que otro anuncio de compra. Volvemos a lo de siempre, el excesivo horario laboral para los que trabajan, cobrando la mitad de lo que deberían, y por otro lado, el aburrimiento agotador de los que buscan con denuedo un puesto de trabajo desolador.

Estamos perpetuando un mundo de locos, sin solidaridad entre iguales y sin futuro para los jóvenes, que emigran transitoriamente donde sea y pasan de tener hijos sin mañana. ¿Pero qué significa el tiempo libre?: ese que no te obliga a no hacer nada y deja la mente a sus anchas para cumplir sus designios más anhelados: escribir, mirar las estrellas, hacer deporte, reanudar estudios…, y las herramientas adecuadas no son pensar como ELLOS, sino como vosotros/as mismos. Desarrollar esas habilidades ocultas que tenemos y desconocemos, compaginándolas con un trabajo sosegado, o no, cuyo tiempo no exceda de cuatro horas diarias, de lunes a viernes, veinte horas semanales son suficientes, trabajando todos/as, y los escolares y docentes también. Así obtendremos la plena satisfacción del deber cumplido para y con la sociedad, y el derecho al trato familiar y al placer epicúreo, que esta civilización ha castrado para las mayorías.

Tenemos la misión innegociable, de resolver estos problemas sociales y económicos, que nos han venido dado desde los tres vértices de la pirámide jerárquica, que desnivela claramente el reparto equitativo de la felicidad y el disfrute de nuestras vidas. La ocupación laboral y doméstica se ha de compartir sin pastillas y sin marihuana de por medio: las salidas han de ser naturales no artificiales, habrá tiempo de elegir desde la libertad, no desde las cadenas del consumo y la alienación. El trabajo en sí mismo, no debe golpetearnos, como a un barco el oleaje de un océano sombrío, hasta hacerlo naufragar. Necesitamos mares quietos, limpios y reposados, como los ojos cristalinos de mi gata observándome. El trabajo nos debe hacer libres y robustos, no el dinero, que todo lo compra, lo mancha, lo regala y emplea, para robar nuestras vidas y venderlas a una trinidad monstruosa que se llama explotación, hambre y muerte planetaria.

El tiempo nos vive, y para que eso no ocurra, es necesario crear las condiciones idóneas para afrontar y debatir largamente nuestro futuro, el de nuestros hijos/as y  el de nuestros nietos/as, hacia la paz perpetua en libertad real y vivida.