Ramón Palmeral: “Nos quedará una España que necesitaremos microscopio para reconocerla”

No se puede gobernar a gusto de todos, es cierto, pero al menos que no nos toquen la cartera con una subida de impuestos y una bajada de pensiones

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Los pactos y las alianzas han puesto patas arriba el tinglado de este país, antes llamado España unida jamás será vencida, es decir la patria común de los españoles y muchos otros extranjeros con derecho a voto. Esta palabra de extranjero, cuando  no eres turista y, por el contrario, llevas más de cinco años residiendo en esta alfombra soleada entre el Atlántico y el Mediterráneo,  no es a mi entender correcta. Lo más parecido a extranjero residente es  «persona residente» o quizás «residespañol». Pero este neologismo aunque lo veo afortunado, lo dejo para aquellos linces de los compuestos léxicos, que sé que los hay como pulgones en los viñedos. Quedará España dividida por los nacionalismos que necesitaremos microscopio electrónico para reconocerla, volveremos a las tarifas.

Pero como el tema abordado hoy es de cómo quedarán las administraciones estatales, autonómicas o municipales, quiero destacar lo más cercano a nosotros los alicantinos, que no somos valencianos, sino levantinos, por lo mucho que erraron nuestros políticos en el bautizo de nuestra  región de las tres provincias del lateral derecho (carrilero en fútbol) en el Estatuto de Autonomía. Tema que ya he dejado expuesto a la opinión en otros artículos que se pueden leer en esta mágica y diabólica  Red  de Internet, aunque no lo compartan. Sin duda alguna, con toda duda forjada a fuego, lo más destacado es que tenemos a nuestra disposición legal dos lenguas: castellano o español (en Hispanoamérica) y valenciano (antes  dialecto del catalán) aunque yo no soy partidario del pantacatalanismo, contra el que tanto luchó Vicente Ramos como diputado de las Cortes españolas en los años ochenta, como en sus múltiples artículos en prensa opuesto al escritor valenciano de Sueca, Joan Fuster I Ortells, figura clave del nacionalismo valenciano, Compromís es uno de sus engendros.

Libertad y democracia

 Lo bueno de vivir en democracia es la libertad, una libertad individual y colectivo (un bien jurídico inalienable)  que nunca debe colisionar contra las libertades de otros.  Por ello en la región levantina uno puede, en el Registro Civil, ponerle el nombre del neófito o neófita (lenguaje inclusivo) en castellano o en valenciano, porque la tendencia política de la Generalitat es la de «valencianizarnos con el idioma» a todos los residentes en el cuerno levantino penibético y «residespañoles», como una forma de gueto regional, o nacionalismo para que otros españoles no puedan venir a trabajar por no tener el valenciano como segunda lengua y por lo tanto exclusivista y endogámico. A los judíos en la Alemania nazi nacionalista le obligaban de llevar un símbolo visible (una estrella de David amarilla con la palabra JUDE y acabaron en los campos de concentración).

Libertad y democracia son elementos esenciales para la convivencia, pero para ello se ha de construir andamios que la construyan y la sustenten: arquitectura del empleo, sanidad, viviendas sociales, reparto de beneficios, igualdad de géneros, y sobre, todo democracia y transparencia.

Los nacionalismos se quedan ciegos mirándose el ombligo

 Con los nacionalismos se llega siempre a la ceguera, pueden quedarse ciegos mirándose el ombligo, a que aquí, en nuestra autonomía llevemos una “V” los valencianos con limpieza de sangre” y el resto vetados como no valencianos de sangre e idioma vernáculo o dialectal. Sí, ya sé  que a algunos de mis lectores les puede subir la mueca de la risa hasta las orejas, pero  cuando se empiezan a hacer distinciones de todo tipo (nacionalismos sectarios) se puede acabar como los catalanes, en su mayoría independentistas (51%) como hemos visto en estas últimas elecciones) por el adoctrinamiento de años atrás en la letanía de no somos españoles. No se debe enseñar valenciano con el propósito de que sea una lengua vehicular con fines políticos nacionalista e independentista, fin celestial.  Porque no me da igual que Cataluña se convierta en un gueto de catalanes, y los vascos con Navarra, en otro gueto con fronteras, con su étnico Rh negativo endogámico.  Con la cantidad de sangre que costó derribas de los mástiles  con las ikurriñas antes de la Constitución del 78.

No se puede gobernar a gusto de todos

En fin, que visto que España quedará patas arriba como un alcachofal puesto al revés en un contenedor de basura, no hay más que un camino posible: adaptarse, aceptar y esperar que pase este chaparrón de rayos y centellas, porque España será lo que quieran nuestros jóvenes que sea. Y no hay oro en el río porque otros buscadores se lo llevaron antes que nosotros por su pecado capital de la avaricia y la desunión. No se puede gobernar a gusto de todos, es cierto, pero al menos que no nos toquen la cartera con una subida de impuestos y una bajada de pensiones, que todo es posible cuando se quiere «venezuelizar» a un país europeo, por el camino del trasnochado comunismo repartitorio de las élites, no de los obreros. Nos va a quedar un España que necesitaremos microscopios para  verla y reconocerla en el mapa.

Ramón Palmeral