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viernes, 19 abril 2024

“Mucho se habla de esos locos del spray o graffiteros” por Ramón Palmeral

La perdurabilidad de un graffiti depende de la fama de su autor. Se conservan algunos graffitis ye se hicieron en época romana como obras arqueológicas.

Estos días leo en la  prensa que la policía ha detenido a un graffitero en Elche por causar daños a la propiedad municipal por valor de 1.500 €, y de aquí me brota del coco un artículo que estaba amasando hacía tiempo, pero le faltaba la levadura madre que ahora me ha llegado. Nunca he sabido en qué se diferencia de la lavadura madre de la normal de Royal, que se le añade a la masa del pan y  los bizcochos. ¿Son arte urbano las pintadas en lugares públicos? o es vandalismo y por lo tanto falta o delito.

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Se piensa, se cree de «vox populis» o voz del pueblo, que un tío con una bolsa de spray de colores (esos locos del graffiti que nadie lee) es una de las arte, que según el Diccionario Panhispánico de Dudas de 2005, dice que arte es: «Actividad humana que tiene como fin la creación de obras culturales, o conjunto de habilidades, técnicas o principios necesarios para realizar una determinada actividad». Lo de «determinada actividad» me deja en un mar de más dudas que sin leer el Diccionario.

Se me queda corto para encajar al graffitis, sin embargo, en el arte moderno entran demasiadas birrias (que no birras), o como en el séptimo arte, que hay cada película que no merece caer en el contenedor de basuras, sino ir derecho al olvido digital eterno, de lo malas que son, pero aquí entra el graffiti, que no importa que sean buenos, malos o gamberradas, sino que entra dentro de una actividad determinada donde se usan instrumentos, equiparable al arte rupestres, donde a través de las escenas  invocaban la fortuna de la caza, o sobre la fertilidad de las hembras, bien humanas  o animales, como símbolo de procreación necesaria en una vida tan dura de supervivencia. Por el contrario un primate, no humano, no puede crear arte.

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Es un término que proviene del italiano graffiti, plural de graffito, que significa «marca o inscripción hecha rascando o rayando un muro» y del mismo modo arqueólogos y epigrafistas llaman a las inscripciones espontáneas o de protesta que han quedado en las paredes y monumentos desde tiempos del Imperio Romano. Se han descubierto graffitos en Pompeya que han servido para datar la fecha de la erupción  del Vesubio (año 79 de nuestra era). Pero podríamos remontarnos a tiempos egipcios, mesopotámicos o el arte rupestre en cuevas o cárcavas.

También se puede decir: pintada o grafiti, sin la dos «ff» como una inscripción, pintura o dibujo anónimo de contenido crítico, humorístico o grosero, grabada o escrita en paredes o muros de lugares públicos.

Pero como todo en arte depende de… de quién lo haga, pues a nadie, se le ocurriría borrar un graffiti de Picasso en una calle de París, ni actualmente, a nadie se le ocurriría borrar uno de Banksy  seudónimo de  un famoso artista británico del llamado arte urbano, anónimo, desconocen otros detalles de su biografía.

En el graffiti distingo entre la simple firma (que no arte) y la denuncia o la decoración de un lugar como los murales del barrio de San Isidro de Orihuela, dedicados a Miguel Hernández (obras de arte). Lo que sucede en el arte del graffito es que, cuando el soporte no es propiedad del artista urbano se convierte es un delito de daños a terceros y se considera vandalismo, y además, el propietario del inmueble no lo ha pedido y para borrarlo necesita algo más que jabón y estropajo con un montón de bacterias (los estropajos son nidos de bacterias según las noticias televisadas). A veces, los ayuntamientos autorizan pintadas en algunos muros públicos como una forma de decorar un lugar que antes era un solar, y se llaman murales. El solar por arte de la acción del hombre pasa a ser arte.

A finales de los sesenta los adolescentes en la ciudad de Nueva York empezaron a escribir sus nombres en las paredes de sus barrios, aunque en realidad utilizaban pseudónimos, creándose así una identidad propia en la calle. Estos chicos escribían para sus amigos o incluso para sus enemigos. Quizás el ejemplo más significativo y a la vez el más conocido por todos sea el de Taki 183 y también les dio por pintar los metros con fines artísticos y vandálicos por la adrenalina que produce un acto ilegal o un sabotaje. Lo de pintar los vagones empezó  en los años sesenta hasta el setenta, luego pasó a Europa. El movimiento europeo iniciado a mediados de los ochenta nos trae en principio al graffiti dentro del paquete «Hip-Hop», es decir, llega junto a otros dos elementos de este movimiento, en principio el «break-dance» y más tarde el rap, aunque con el tiempo éste arte urbano tendrá su evolución propia dentro de esta cultura callejera. Los graffitero son sociedades, entre ellos se conocen.

El problema es que el soporte donde se pinta no es propiedad del graffitero y se convierte en una gamberrada y cuando esto sucede el graffiti se denigra y pierde valor artístico. Lo que los graffitero están haciendo, es poner su firma en monumentos y grabarlos en video para la redes sociales y decir «mira dónde he puesto mi firma», que es lo mismo que «mira la gamberrada delictiva que he cometido», como ese graffitero de Elche que ha causado daños por 1.500 euros, porque no es Picasso ni Matisse. Yo vi firmas y fechas en la cueva de Montesinos de 1853, a nadie se le ocurría borrarlas. En Portugal, desde el tren, camino de hierro, hacia Sintra, había kilómetros y kilómetros de graffitis, que evidentemente pasan por los ojos como el reflejo del sol por una corriente de aguas salvajes.

Existen famosos graffitero en los EE.UU, Inglaterra y Francia, que venden su graffitis en soportes de lienzos, cartones o chapas, pero el soporte es propiedad de su autor, y los llegan a vender en galerías o subastas de arte, y pagan los coleccionistas  verdaderas fortunas (hay gente pa tó), por el fetichismo de tener una firma, que en arte es lo que más se valora, no importa que el graffitero cometiera un delito, por ejemplo pintando los vagones del metro, pero luego ese mismo graffitero vende una obra legal. En algunos casos los empresarios pagan para que un graffitero les pinte la persiana metálica de su negocio, de una firma conocida, sí, sí,  hasta aquí han llegado los locos del spray. Y entre los graffiteros se respetan, en no repintar, esas persianas ya pintadas  por un profesional del graffiti.

Sin duda alguna, el  graffiti es arte, lo que sucede es que se convierte en vandalismo delictivo cuando el soporte no es propiedad del artista, sino un lugar público o es una simple firma en el muro de un edificio, o una protesta política. Aunque son anónimas ellas se conocen. La diferencia parece radicar entre la pintada legal y la ilegal, pero el arte no distingue entre estos dos conceptos penales.

Ramón Palmeral.