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martes, 23 abril 2024

La que pare, siempre es madre

Inma Guillem Salvador, integrante de Stop Vientres de Alquiler y creadora de Libélula explica porque está en contra de la práctica de la gestación subrogada

En estos últimos días, los medios de comunicación han vuelto a dar protagonismo a
los vientres de alquiler. El detonante, que ha reavivado la polémica, ha sido una
famosa que fue a EEUU a comprarse una niña.

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Miles de voces se han pronunciado a favor o en contra de esta práctica e incluso se ha pedido un debate sereno.

¿Cómo es posible que se pida un debate sereno sobre una práctica que es
considerada en nuestro país como violencia hacia las mujeres y que pone en venta
a sus hijas e hijos? ¿Cómo es posible que se pida un debate sereno cuando es
considerada delito en nuestro ordenamiento jurídico?

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Quienes defienden su legalización, se apoyan en una supuesta libertad de las
mujeres para decidir sobre sus cuerpos, o en el, más que dudoso, derecho a la
maternidad o paternidad.

La explotación reproductiva no va de derechos ni de decisiones que las mujeres
puedan tomar sobre sus cuerpos sexuados.

La industria del baby business crece a un ritmo vertiginoso y prevé aumentar sus
ganancias un 32,6% entre 2021 y 2027, lo que constituye la friolera de 33.900
millones de dólares.

¿Alguien puede creer que esta cantidad ingente de dinero puede depender de lo que las mujeres quieran hacer con sus cuerpos?. El sistema ya se encarga de crear las condiciones de posibilidad para que haya mujeres que consientan ser madres alquiladas.

Tampoco va de derechos. No existe ninguna convención o tratado u organismo que
contemple el derecho a tener hijas o hijos. Es cierto que existe el derecho a tener
una familia, pero este derecho es de los menores que han sufrido un abandono por
parte de sus progenitores y consiste, precisamente en eso: tener una familia que
les brinde protección y cuidados.

A partir de estas dos premisas (libertad/derecho) se construye la ficción de la mal
llamada “gestación subrogada”. Mujeres empoderadas, sin necesidades económicas
que generosamente se ofrecen como incubadoras y se comprometen a entregar, a
cambio de una “compensación económica“, a su hija o hijo recién nacido; niñas y
niños que aseguran no tener madre y haber nacido por “gestación subrogada”;
compradores que son todo amor con las mujeres que han gestado a “sus” bebés…

La realidad es muy distinta. Cuando investigas sobre los vientres de alquiler,
encuentras mujeres vulnerables captadas por agentes intermediarios en barrios
periféricos de las grandes ciudades o en zonas rurales.

Estas mujeres, acaban formando parte de catálogos de madres disponibles para ser usadas de incubadoras. Una vez la clientela escoge y esta mujer firma un contrato, deja de ser
humana para convertirse en un medio de producción. Ninguna legislación protege a
una madre que firma un contrato de “gestación subrogada”.

Este abandono jurídico se produce para evitar que las madres tengan derechos ya que si tienen derechos, tienen poder sobre sus cuerpos y sus vidas. A una mujer con derechos no la pueden someter a procedimientos invasivos y dolorosos, no pueden exigirle que se
desvincule psicológicamente de su propio embarazo, ni obligarla a crear vínculos
entre su bebé y los que pagan por él, ni a practicarle una cesárea absolutamente
innecesaria.

Descubres que la criatura recién nacida, al ser arrancada de los brazos de su madre
de forma repentina y traumática, cree que ha muerto. Esta pérdida perjudica su
salud emocional presente y futura.

Y si sigues investigando no dejas de encontrar procedimientos abusivos, prácticas
eugenésicas, técnicas aberrantes y dolor infinito envuelto en papel de regalo con
forma de dinero.

El marketing del lobby reproductivo convierte una historia de terror en una historia
de amor sin precedentes.

Podría escribir durante horas y no acabaría de contar lo que sé y lo que he
aprendido tras cinco años de militancia contra los vientres de alquiler, no obstante,
no me gustaría concluir este artículo, sin preguntar a la persona que me está
leyendo: ¿Te gustaría ser esa niña o ese niño nacido a través de la explotación reproductiva
de su propia madre?