Desde los albores de la civilización a la era actual de la realidad virtual y la inteligencia artificial, cada piedra que las mujeres han salvado en su camino ha terminado integrándose como un elemento del sistema constructivo de la arquitectura del progreso. Algunos de estos aportes son ampliamente conocidos, otros menos, pero como diría Virginia Wolf, constituyen el resultado de la inexistencia de barreras, cerraduras o cerrojos que coarten las mentes e iniciativas femeninas.
A pesar del creciente reconocimiento de su inherente capacidad y valor, ciertas presunciones transmitidas entre generaciones han enquistado un conjunto de convicciones arcaicas donde la mujer permanece relegada social y profesionalmente. El despliegue de medidas institucionales o los esfuerzos realizados desde la sociedad civil han propiciado un clamor en pro de la mayor inclusión y consideración del papel de la mujer. Perseverar en políticas públicas y empresariales que corrijan lacras como la “brecha salarial” o el “techo de cristal” experimentados incluso por las profesionales de más alto nivel, parece imprescindible a fecha de hoy.
Es en este punto donde la ciudadanía en general, y los hombres en particular, debe transformar un cierto sentimiento de culpabilidad por volver la mirada hacia otro lado, y evolucionar hacia una actitud proactiva que elimine micro-machismos y desvanezca connivencias en procederes a extinguir. Solo haciendo converger las aportaciones del conjunto de la sociedad será factible la consecución de un modelo donde la igualdad de derechos y oportunidades suponga una palanca esencial capaz de impulsar una estructura socioeconómica sostenible y justa que solvente los grandes retos sistémicos a los que nos enfrentamos.
Como lo retrataría García Marquéz, el premio recientemente concedido por AEPA nos coloca junto a organizaciones cuyos logros hasta hoy representaban sombras tutelares, pero también como la evidencia del inevitable compromiso que el Organismo adquiere con este honor. En Suma, con mayor o menor fortuna, tratamos de dejar en cada actuación el testimonio de nuestra sensibilidad por erradicar cualquier modo de exclusión por razón de género. Este reconocimiento que acabamos de obtener es, con toda la humildad, la satisfactoria confirmación que nuestro empeño no esta siendo en vano.
