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jueves, 25 abril 2024

“La pandemia no frena nuestros derechos”

María Conejero, edil de Igualdad de Alicante, rinde homenaje a todas las mujeres, especialmente a las que están en claro riesgo de exclusión social, agravado por la pandemia.

Hoy es 8 de marzo, día de reivindicación, día para dar voz a todas las injusticias que diariamente seguimos cargando a nuestras espaldas.

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         “Somos mujeres resilientes”

Nos encontramos inmersas en situaciones adversas o expuestas a riesgos, y, sin embargo, tenemos la enorme capacidad de identificar y utilizar los factores que nos protegen, para sobreponernos, para crecer y seguir avanzando… a pesar de los pronósticos más desfavorables, a pesar de los obstáculos que nos rodean.

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Dicen que las mujeres nos unimos en las luchas. En torno a las causa justas, ahí estamos.  Ante la injusticia buscamos justicia. En la adversidad, en la pobreza, en la búsqueda de la verdad, nos hacemos fuertes todas juntas. La pandemia de la Covid-19 ha supuesto un duro golpe en términos generales. Mujeres y hombres en cualquier rincón del mundo han visto cómo su día a día y su forma de vida han sufrido un duro revés. En el caso de las mujeres y las niñas, la pandemia y el confinamiento ha supuesto una bofetada directa a todos los logros y avances que con tanto esfuerzo hemos ido consiguiendo a lo largo de años y años. A día de hoy, estamos ya frente al serio peligro de retroceder una o varias décadas de derechos conquistados.

Son muchas las mujeres que por sus circunstancias se convierten en el blanco perfecto de la vulnerabilidad y la exclusión social: mujeres con una menor formación o experiencia profesional, mujeres con alguna discapacidad, desempleadas mayores de 55 años; mujeres con responsabilidades familiares no compartidas, mujeres migrantes, racializadas, mujeres víctimas de violencia de género… A las dificultades que todas las mujeres afrontan, se suman prejuicios, estereotipos y estigmas sociales y culturales que siguen relegándolas a la inactividad, a la dependencia o a la contratación irregular. En definitiva a la invisibilidad y a la desprotección más absoluta.

A todas ellas quiero dedicar este discurso

Al ejército de mujeres y niñas que en el mundo se ocupan en trabajos no remunerados, en el trabajo doméstico y en el trabajo de cuidados. En trabajos mal pagados. En trabajos informales, en trabajos sin reconocimiento ni valor social.

A las mujeres que conviven con la falta de agua potable y de saneamiento, con la falta de vivienda digna, con las enfermedades olvidadas y con la pobreza.

A las mujeres supervivientes de cualquier forma de violencia y a las que están atrapadas y luchando para salir de ella.

A las mujeres que se empeñan en lograr autonomía e independencia económica.

A las mujeres que pierden el miedo y lanzan su voz y su palabra para conquistar el mundo propio y el de muchas otras mujeres.

A las mujeres que se comprometen con la defensa de los derechos humanos, de los derechos ambientales, de la justicia y de la verdad.

¿Dónde están los datos, las estadísticas? ¿Cuántas somos, cuántas son? ¿Cuánto de grande es la brecha?

Solo un tercio de los países del mundo cuenta con un organismo encargado de recopilar estadísticas de género; solo el 13% de los países a nivel mundial dedica un apartado del presupuesto nacional a obtener este tipo de datos.

Hay parámetros que no se reflejan en los datos, incluso en los países más con un mayor desarrollo. Una realidad que dificulta aún más el avance hacia la igualdad.

SI NO LO MIDES, NO EXISTE. Una tarea que debemos recordar cada año, como hoy estamos haciendo.

Los datos son la única manera de identificar la prevalencia de las causas que  provocan la desigualdad y la toma de decisiones sobre las medidas correctoras a adoptar. El mecanismo para analizar el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible es la rendición de cuentas sobre su avance y cumplimiento;  es el mejor sistema y más fiable para medir y conocer el impacto de los programas, políticas e intervenciones.

Hoy dedico estas palabras institucionales a aquellas mujeres luchadoras, emprendedoras, compañeras, madres, hermanas, hijas…

Mujeres que en su día a día trabajan duramente y que han visto de cerca cómo su vida o la de personas cercanas ha dado un giro radical como consecuencia de la pandemia.

A esas hosteleras que han visto cómo la pandemia y las restricciones asociadas han cerrado su restaurante y mermado de manera exponencial sus ingresos y el de sus empleados y empleadas.

A esas mujeres de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que han luchado por abrirse camino en un mundo propio de hombres y que, con el paso de los años, ha visto a muchas otras compañeras compartir su profesión.

A esas mujeres del sector sanitario luchando en primerísima línea desde el primer momento de la pandemia, inmersa, como todo el personal sanitario, en una situación tremendamente complicada de sobrellevar por la gran carga laboral y emocional que conlleva.

A esas mujeres que, desde la administración son promotoras de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres

Y, por ultimo, no me quiero olvidar de mis compañeras del Departamento de Igualdad de Alicante, cuyo esfuerzo y buen trabajo  hacen posible que las propuestas y proyectos siempre salgan adelante.

Ellas son una pequeña representación de mujeres de esta tierra; mujeres empoderadas que exigen sus derechos, que ejercen liderazgos y que quieren aprovechar las oportunidades de educación y empleo para hacer que la economía crezca y contribuir, cada una desde su realidad, a la construcción de una ciudad y una ciudadanía más igualitaria, más solidaria y con más justicia social.

Yo quiero apoyarme y aprovechar este enorme potencial de las mujeres, y lograr la igualdad entre hombres y mujeres, aliados en el camino del desarrollo. Yo quiero sumar a los esfuerzos para eliminar las violencias contra mujeres y niñas; para acortar distancias, para reducir diferencias.

Si queremos avanzar de manera decidida hacia el poder y la autonomía económica de las mujeres, debemos, en primer lugar, repensar las redes de cuidados y devolverles el auténtico valor que poseen. El valor de habernos salvado de las múltiples soledades y abandonos que la pandemia ha puesto al descubierto; y transformar dicho valor en políticas, en empleos, en salario y en medidas de protección social.

El bienestar de las mujeres es el progreso de la humanidad. Dar prioridad a las mujeres no es una opción, es una necesidad. Invertir en las mujeres, además de ser un asunto de derechos, es también una expresión de buen sentido económico.