El volcán de la Palma ha cesado este martes por la noche toda su actividad. “No emite lava, ni dióxido de azufre, ni registra ninguna señal de tremor o sismicidad”, han confirmado fuentes del Instituto Geográfico Nacional (IGN).
Estas fuentes consideran “improbable”, aunque no del todo descartable, que retome la actividad. Por eso, fuentes del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) han asegurado que prefieren esperar algunos días antes de certificar su defunción definitiva.
El director técnico del Pevolca, Miguel Ángel Morcuende, ya había asegurado en la rueda de prensa de este martes que la actividad del volcán había caído hasta “prácticamente desaparecer”, si bien calificaron la situación de “punto muerto”.
¿Es esto el final?
Los científicos mantienen la prudencia a la hora de habla de la conclusión de la erupción.
El pasado domingo, el volcán registró un repunte en la actividad en la emisión de lava y gases. El lunes siguiente, todos los valores cayeron drásticamente.
La portavoz del Comité Científico del Pevolca, María José Blanco, recordó entonces que lo tremor en el volcán submarino del Hierro en 2011, también tuvo pulsos de intensificación poco antes de extinguirse la erupción. Este miércoles, los expertos del Pevolca decidirán cuánto tiempo tiene que continuar este periodo de inactividad para considerar que la erupción ha acabado.
El director técnico destacó en la rueda de prensa de ayer, antes de las señales que apuntan al cese de la actividad esta noche, que el Comité Científico había concluido que la actividad del volcán estaba “claramente atenuada”.
Los signos de esta menor actividad eran varios. Según se explicó entonces, con datos de la mañana y del día anterior, los niveles de tremor —la señal acústica que provoca el ascenso a la superficie de magma y los gases— eran “prácticamente inexistentes”, hasta conseguir apenas la calificación de ruido de fondo.
Además, la sismicidad se mantenía en niveles muy bajos, tanto a profundidad intermedia como profundidades superiores a 20 kilómetros. A su vez, no había signos de deformación a causa de la ausencia de presión.
Respecto a las coladas, Morcuende señaló que el flujo de lavas continuaba desde la base occidental del cono, sobre todo a través de tubos volcánicos —cavidades dentro de la colada—, aunque con un caudal “muy disminuido” y “muy debilitado”. Mientras tanto, en el delta làvic de la zona de las Hoyas (municipio de Tazacorte, en el oeste de la isla) la colada discurría sobre lavas anteriores sin nuevas aportaciones en el mar.
Hasta ahora el volcán ha destruido 1.646 edificaciones —1.318 viviendas—, 73 kilómetros de carreteras y 369 hectáreas de cultivos. El avance de la lava, que ha cubierto 1. 221 hectáreas de terreno, ha obligado a desalojar además de 7.000 personas, entre las cuales unas 2.300 han perdido su vivienda.
Llamamiento a la máxima prudencia
Sobre este tema, se hizo hincapié que se mantiene la vigilancia sobre la presencia de gases tóxicos en las zonas de exclusión y solo se puede acceder siguiendo el protocolo de acceso a las zonas restringidas del Plan Pevolca, que recopila todas las normas para tal fin que se vienen aplicando desde el inicio de la emergencia, recordando que una vez autorizada la entrada, es necesario ventilar bien las viviendas y los garajes o proveniente del subsuelo.


