Turismo racional

Cuidar el medio propio es cuidar el ajeno

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turismo Diario de Alicante
Josep Manel Sánchez

Los hombres, las mujeres, las familias, los clanes, las tribus…, siempre han sido viajeros desde que abandonaron la seguridad arborícola de los bosques y comenzaron a caminar erguidos. No existe un rincón sobre la superficie de la tierra, incluyendo islas, que el homo sapiens no haya hollado con sus pies desnudos o calzados. Los primeros “turistas” salieron de África hace unos dos millones de años y se desparramaron por Europa, Asia, las dos Américas y Oceanía. Desde entonces la humanidad no ha cesado de viajar, por las razones que fueran: Trabajo, hambre, guerras, o deseos de expansión y conquista.

Actualmente, “el mono vestido”, sigue migrando por las mismas razones de siempre, más una añadida y relativamente reciente: el viaje turístico en masa, para conocer otras costumbres, otras comidas y otros espacios, visitando museos, iglesias derruidas, catedrales y restaurantes, estos últimos, que hay en todas partes, son los más visitados. De esta manera, los lugares turísticos se convierten en “movidas” continuas de gente trotando por todos lados y vértices de las calles estrechas y barrios laberínticos, por donde los trenes humanos transitan como si procedieran de otros planetas: las playas, donde el mar es una boca horizontal que avanza con sed de tierra y cemento, son invadidas y rebañadas por hambrientas pieles que quieren ser bronceadas, quemadas y achicharradas por el sol y la sal. Los cascos antiguos también se atiborran de viandantes externos, donde las memorables borracheras turísticas se ponen en “valor”.

Pero mirad en perspectiva, por toda la costa mediterránea, hemos empotrado en las faldas de sus verdes montes, cercanos al mar, las casas a martillazos, creando un “hermoso paisaje” urbanita dantesco y deformador de la naturaleza: todo lo que turísticamente se pone en valor, acaba desvalorizándose en sí mismo… ¿Esto es el turismo sostenible, destrozar el entorno y esquilmarlo para el enriquecimiento de unos pocos?

Cada vez vienes más turistas y lo jaleamos como un éxito sin precedentes; cada vez hay menos agua, menos arena en las playas y unos transportes colectivos cada vez más pésimos. ¿No creen que a quién se tiene que poner en valor es al ser humano? El agua limpia, pero el dinero ensucia por mucho que te duches, y en nombre del dinero, no se pueden arrasar y dejar pudrirse unos paisajes, una agricultura que necesita cuidados, agua y manos para trabajarla con mimo, y a la vez, servir para conservar las tradiciones; el turismo rural no va a salvar el mundo ni al agricultor, el mundo se salva plantando coles, alcachofas, pimientos… y con agua “gratis” traída desde las inundaciones de arriba… “que van a dar en el mar”. Porque la vida también se va con el agua. El turismo viajero ha de ser otra cosa menos prosaica, para intercambiar costumbres, anhelos y trueque de ideas, trabando amistad entre pueblos, siendo respetuosos con el medio ambiente y sus gentes. Un turismo menos masificado y banal, que contemple la diversidad histórica y no pase de largo por unos entornos, tal vez únicos, que deben seguir conservándose.