A propósito del ocho de marzo…

El Articulo de Opinión de Carmen Mendiola Iborra celebró su Día Internacional de la Mujer sintiéndose orgullosa de serlo

867
ocho de marzo Diario de Alicante
Engin Akyurt

Desde 1911 se viene celebrando el día de la mujer, como reivindicación a la vida activa, política, cultural y social de las mujeres en un tiempo en que no tenían voz ni voto, y que hoy en día en muchos países aún siguen luchando para que se les reconozca como seres humanos con sus derechos y deberes universales.

Hace unos años, cuando aún se utilizaba la coletilla de “mujer trabajadora”, yo no le encontraba mucho sentido, ya que como asalariada, tengo mi día para reivindicar todos mis derechos. El 1 de mayo, “es fiesta laica, día del trabajador” como se entona en las dianas que se cantan en mi ciudad, ese día junto a mis compañeros y compañeras, sin distinción de sexos, mostramos abiertamente nuestras quejas en cuanto a trabajo precario, riesgos laborales, diferencias salariales etc.

Ahora, es sólo el día de la mujer, y para celebrar este día tan especial, encuentro actividades culturales como: conferencias, artículos, obras de teatros, exposiciones, viajes…todo ello organizados casi siempre por las concejalías, de cada ayuntamiento y que según ideologías políticas, intentan con mayor o menor acierto revalorizar el papel de ser mujer.

En estos últimos años, el movimiento feminista, ha visto en el ocho de marzo, una buena fecha para llevar a cabo su “revolución feminista”, argumentando que si las mujeres dejásemos de hacer un día nuestra actividad diaria, el mundo se pararía. ¡Y tienen razón! Seguramente ese día se pondría en evidencia muchas cosas ¿Pero realmente, yo como mujer, quiero que el mundo se pare? Pues sencillamente ¡no!

Naturalmente yo no quiero ser: ni acosada, ni agredida, ni hostigada física y psíquicamente; ni menospreciada a nivel laboral; ni que se cometan conmigo errores policiales, judiciales o sanitarios; ni ser privada de libertad por cometer un delito menor de supervivencia; detesto la trata de personas y rechazo cualquier tipo de discriminación a consecuencia de la de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, ni por mi origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. (Dejo aparte el aborto, que para ellas es un derecho y para mi es un asesinato)

Todo esto por lo que estas feministas abogan, yo también lo suscribo, pero no por mi condición de mujer, sino por mi condición de ser humano. La actividad que realizo en mi día a día, fuera del ámbito laboral, lo realizo gracias a Dios por amor.

La atención que dedico a mi familia, parte de mi condición de hija, esposa, madre, abuela…me gusta que mi casa sea acogedora, me gusta atender a mi madre en su enfermedad y ancianidad, me gusta compartir con mi marido las tareas de casa y me gusta sobre todo poder ser yo la que se ocupe de ayudar a mis hijos en sus deberes, acompañarles al colegio al médico o alguna actividad deportiva, me gusta compartir con ellos festivales o despedirles con un beso cuando salen de excursión, me gusta poder asistir a la reuniones del colegio y participar en el desarrollo de su aprendizaje académico, me gusta compartir con ellos juegos, películas, paseos, etc, y poder educarlos según las normas cívicas, religiosas y morales que yo decida y no dejar su formación humana en manos de una sociedad que aboga por el egocentrismo basado en lo que “mi cuerpo me pida, sienta y desea en estos momentos”.

Así que yo celebré este ocho de marzo, como todos los días, sintiéndome orgullosa de ser, nada más y nada menos que ¡¡¡MUJER!!!