Los insectos

Ser poeta es no ceder: las lisonjas no escriben versos

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Foto: Josep Manel Sánchez (Archivo)

Los insectos, continúan compartiendo parte del desmenuzado esqueleto de Miguel Hernández: Partículas de vértebras arrastran las hormigas, el cráneo es la oscura casa de las orugas, una mantis se lleva los espejos de sus ojos y las mariquitas cosquillean las tibias austeras, pero el hueso no siente: “/besándonos tu y yo/ se besan nuestros muertos,/ se besan los primeros/ pobladores del mundo”. Este es Miguel, derramando su tuétano de esperanza, que no le llegó nunca. Y ahora, desmembrado, infinitesimal, en la más ignominiosa sombra del ataúd de tierra, los insectos sacan sus pétalos de calcio para ser alumbrados: “/Me libre de los templos/, sonreídme,/, donde me consumía con tristeza de lámpara.”

Josep Manel Sánchez

Miguel Hernández no es un “cartel publicitario TAUROMÁQUICO”, fue un poeta que escribió en unas condiciones excepcionales, para ser leído, entendido y comprendido, a él no le importaba su historia como hombre, sino como poeta, pero al igual que los insectos, que se reparten su fragmentada osamenta, ahora, los vertebrados mamíferos bípedos, se disputan sus nimias intimidades, que solo le pertenecían a él: una cartita extraviada, un atisbo de poema con carcoma, una firma en la dermis de una higuera y otras fruslerías adolescentes, como de una importancia superlativa. Y para ello. se desarrollan gruesos y tortuosos machacotes, diciendo lo mismo de siempre, menos X. Miren, lo único interesante que hay que machacar en las conciencias de los hombres y mujeres actuales, es su asombrosa y extraordinaria poesía aún vigente: “Para la libertad,/ lucho, sangro y pervivo.” A Miguel Hernández, por muchos panegíricos engolados que practiquen, no lo podrán resarcir en su justa medida, porque sus huesos mudos, los tienen “clavados” en la historia. Miguel murió abandonado por la casta literaria del momento: !qué bien se puede domar a un poeta muerto!, aunque halla llorado a Lorca: “/Caiga tu alegre sangre de granado/, como un derrumbamiento de martillos feroces/, sobre quién te detuvo mortalmente.”

Sigan jugando a arqueólogos, en busca de fósiles hernandianos, el poeta seguirá cantando su poesía perenne, actual y viva; y habrán otros que le seguirán en su canto; “/De sangre en sangre vengo/, como el mar de ola en ola”; este es el poeta y su catástrofe.

Josep Manuel Sánchez

Pero persistan buscando trofeos y palabras calcificadas. Encumbren un huesecillo por aquí, otro por allá, hasta recomponer su cadáver histórico, fantasmal; ¿Tanto cabía en sus breves zapatos? Me molesta este calzador constante. Por lo visto interesan los poetas que tienen algo importante que decir, si “viven” muertos. Cuanto más estorban los poetas mientras respiran, más los encumbran cuando dejan de respirar, retorciendo su poesía al pasado, como letras antiguas de museo, que solo hay que venerar, fuera del Canon que establezca la moda que interesa a los de siempre…, mas no evitarán que en la memoria colectiva y material, se yerga una descarnada y auténtica poesía: “/Pero hay un rayo de sol en la lucha/que siempre deja la sombra vencida”.