Para los que aún están en la higuera

Otra vez el dolor a pluma quebrada

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higuera Diario de Alicante
Josep Manel Sánchez

Como el mar furioso que mi lengua agita en demoledoras olas, así percibo todos los líquidos que mi esqueleto mantiene.

¿Da para tanto una higuera…?, porque he leído, que se quiere proteger, salvar y perpetuar esa “higuera mágica” que contiene el “semen”opalescente de Miguel Hernández, para plantar esquejes por la huerta oriolana y algunas universidades. Rendir culto al árbol de los “druidas” para extraer el brebaje de la inmortalidad del poeta, retruécano magnético para invertir los campos de la historia. Hay que salvar la higuera, no las palabras del poeta: /¡Qué abismo entre el olivo/ y el hombre se descubre!/.

Paseo por las playas cercanas, el mar ha subido una barbaridad, nadie se da cuenta, cuestión de sensibilidad o años, quien sabe. Tal vez esto ocurra con nuestro poeta, que no vemos su ola gigantesca, sino la niebla que se ha asentado sobre su tumba. Hay escasez de agua y de cultura, esa escasez da mucho más dinero que la abundancia de ambas, no para repartir, claro. La higuera, donde depositaron el oro las cabras recién ordeñadas, está muda, no habla, no puede contarnos nada, si fuera humana, nos gritaría cómo unos criminales fagocitaron su sangre tuberculosa: /mi cuerpo se arrastra/ por la humedad de las cárceles/.

¡MATAR AL POETA!, sería la consigna que dieron, con olor a cirios milenarios. Preservar la higuera, pintarla de color corinto, ¿es una penitencia atávica? !Viva la cuchufleta! ¡Viva la vacuidad de los gerifaltes! ¡Vivan los peritoneos surrealistas! ¡Barniz amanta para la vieja madera!, donde cagaron tantos en beneficio de las brevas y los dulcísimos higos, para saciar el hambre de los pobres de la postguerra.

Algunos no se ha dado cuenta de que Miguel Hernández, no pertenece a los lujosos barrios de los “Omeyas convertidos”:/Cuando los campesinos van por la madrugada/ a favor de la esteva removiendo el reposo/ se visten una blusa silenciosa y dorada de sudor/.

Cuánto frenesí remueve mis vísceras. Cuánto lingote de metal al rojo vivo mi corazón bombea, la injusticia me pierde, y las banalidades. No es barniz lo que falta, sino lo que sobra en algún cuero cabelludo. No doy consejos, sino opiniones personales, y me conduzco por las palabras del poeta y desde el poeta: /Alza toro de España/ levántate despierta/ despiértate de todo, toro de negra espuma/ que respiras la luz y rezumas la sombra/  y concentras los mares bajo tu piel cerrada/.

Miguel Hernández, un poeta del presente proyectado hacia el futuro. Un hombre que nunca vendió su palabra. Su poesía no es un mito ni una leyenda, sino palpable y acuciante realidad material, la que vivimos a diario y por desgracia, seguimos sufriendo. Leer a Hernández y ser honestos con su lenguaje.