Otra vez los jóvenes

La convivencia no es difícil si miramos a los ojos

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jóvenes Diario de Alicante
Josep Manel Sánchez

Escribo sobre un pupitre de naipes y cataratas de luz al fondo, por donde bajan palabras ahogadas en carmín negro y trozos abandonados- como las fases de un cohete- de adolescentes que quieren compactarse en un cuerpo que viaje seguro por la vida; jóvenes que ya no admiten la presión social adulta, que los trastornan y los sumergen detenidos en el tiempo, como a estatuas hieráticas griegas, en donde el mármol duerme en sus cuerpos desnudos frente a Internet. Los jóvenes necesitan puertas abiertas, aire limpio y dignidad educativa y laboral, con salidas airosas y el derecho a elegir un camino sin encrucijadas que les arrastren al trabajo precario, al paro, a la delincuencia, a la huida, o al suicidio. Los jóvenes quieren un futuro bajo el brazo y enamorarse en los reflejos acristalados de los trenes.

Los jóvenes son un “valor de futuro” que languidece en el presente. Ya basta de elogios vanos e hipócritas sobre los hombros aún tiernos de muchachos y muchachas burlados y encerrados como cabestros en el zulo de la indiferencia, cada vez más oscuro, más hondo y sin salida. Nunca, nuestra juventud ha sido tan abandonada como en estos tiempos borrascosos, por todas las políticas sociales y económicas en ejercicio de gobierno y en la oposición. Estos jóvenes y menos jóvenes, están en el olvido, caminando como funámbulos con una pértiga cada vez más “recortada” para que caigan al vacío de la extinción mental o física. Mientras, seguimos mirándolos de espaldas sin sugerencias y sin soluciones prácticas, desde este mundo tan descompensado que han heredado, creado por los adultos y adultas; y encima los culpamos de falta de interés por labrarse un “porvenir”: el ámbito humano, no es el de la “selección de las especies”.

Y por lo que parece, ninguno de los partidos políticos, ni sindicatos, ni organizaciones no gubernamentales, ni colectivos ciudadanos, culturales, o “intelectuales”, tienen la mínima intención o alguna idea, para solucionar satisfactoriamente, no solamente el futuro de los jóvenes, sino el de la sociedad en su conjunto. Si hemos llegado a una etapa de desarrollo o desarrollismo tecnológico, que continúa dependiendo de la gran banca y de los grandes monopolios empresariales locales y mundiales, en donde los poderes “democráticos”: legislativo, ejecutivo y judicial no pueden hacer NADA por cambiar el panorama de la juventud más preparada física y culturalmente de la historia humana, es que algo, y muy gordo, seguimos haciendo mal. ¿Es preferible mantener la precariedad y el despilfarro económico que supone pagar el aburrimiento de los parados/as –y  no a todos/as-, y becar a jóvenes talentos que no se aprovechan y acaban largándose a otros países, en vez de rentabilizarlos en un sistema de producción de reparto justo y equitativo, tras escuchar de verdad las propuestas de los agentes legítimos del pueblo? Pero aquí se prefiere perpetuar el enriquecimiento de esa minoría millonaria, que es la que sigue decidiendo las reglas del juego, aún a costa del empobrecimiento  de la gente.

Habrá que cerrar este teatro del absurdo, donde todos y todas somos actores mal remunerados: ¿para qué trabajar…? A no ser que amanezca un público generoso, que reconozca nuestras actuaciones y pague democráticamente, y sin dejar a nadie en el lodazal del paro.