La llamada del origen

Ninguna especie ha necesitado un robot

465
origen Diario de Alicante
Josep Manel Sánchez

Todos los días, cuando voy al aseo por la mañana, me encuentro con la misma cucaracha que maté ayer, a la misma hora y con el mismo tamaño, el mismo tono de color y en el mismo lugar espacial del piso de cerámica verdosa. Una y otra vez se repite la misma operación diaria. La cucaracha parece reencarnase todas las madrugadoras albadas, día tras día. Es entonces cuando me acuerdo del celebrado ruiseñor de Keats. Aunque lo mío, en realidad, es bastante menos bucólico.

Dicha esta comparación temporal, y sentado ante el ordenador, escribiendo sobre la marcha, voy tensando Los dedos para lanzar sus puntas envenenadas, hacia el silencio de la humanidad, para impregnarlo de una imaginación, que sepa rescatar un futuro que no hay que proyectar, sino ir haciéndolo.

Me pregunto si la especie humana tendrá un final feliz o catastrófico, si persiste primando el beneficio de unos pocos, frente a la supervivencia de los seres humanos en general. Hasta ahora, el contacto con la naturaleza ha pervivido durante más de tres millones de años, el color verde, es un elemento imprescindible que discurre por el alambique de nuestro código genético, sin el cual nos volveríamos locos. ¿Por qué las ciudades necesitan los árboles, los parques y jardines? No solo por contrarrestar la contaminación, se trata también, de que necesitamos ese paisaje ancestral para no volvernos locos/as.

Llegados a este punto, podríamos dilucidar el grave problema de la falta de trabajo en  los jóvenes y parados de larga duración y en las migraciones humanas que huyen de zonas de conflictos y dictaduras, que no quieren solucionar aquellos que les corresponde solucionarlo, porque son los que sacan desorbitantes beneficios, y como eso no va a ocurrir, y ya me duelen las entrañas de denunciarlo una y otra vez, viendo como el eco se suicida en la nada. Habrá que “inventar” otras formas de supervivencia y apoyo mutuo entra las personas, que pretendan defender la supervivencia humana por encima de sus egoísmos e individualidades, que no hacen, sino empeorar las relaciones de paz entre cerebros que piensan. Y una de las soluciones entre otras muchas, que no es nuevo, sino recurrente, es la de poblar las aldeas en núcleos rurales vacíos de habitantes, o con gente mayor. Se trata de volver al origen, pero con la tecnología suficiente y LIMPIA, con el fin de despertar esos lugares privilegiados en naturaleza, tierras de cultivo y abundante agua. Los jóvenes, los jubilados, los inmigrantes, podrían tener una oportunidad singular, para poner a prueba, cómo debe de ser el futuro que ha de diseñar la nueva y joven humanidad presente y futura. Recuperar esas aldeas para el devenir social, que ya está aquí: Energía solar, eólica, hidroeléctrica, bicicletas, vehículos eléctricos, agricultura biológica, fábricas en  cooperativa, para un desarrollo sostenible. Los hijos/as nacerían más sanos y se recuperaría la salud perdida en las ciudades contaminadas y en las comidas basura. Se iría frenando el cambio climático y recuperaríamos las playas. Este sencillo proyecto, animaría a desarrollarlo en el resto de países y en el nuestro propio. No podemos esperar más, el cambio climático, deshielo de los polos a pasos agigantados e inundaciones asolando las ciudades ubicadas en las costas en todo el mundo. El actual estado del trabajo ha de cambiar: lo más revolucionario es lo que piensa la mayoría de la gente sencilla.