Prácticamente toda mi vida se ha basado en una frase: “Trabaja duro, y llegarás lejos”. A ésta le podemos añadir la variante “Estudia mucho para llegar lejos”. No culpo ni a mis padres ni a mis profesores por ello. Sólo querían y quieren lo mejor para mí y consideraron que hacerme fuerte y luchadora era la manera de lograrlo. La misma historia la puedo extrapolar a mis amigos, incluso a ti que no me conoces de nada y me estás leyendo.
Y sí, estudié, estudiamos, estudiaste mucho. Muchísimo. Trabajamos en lo que pudimos o nos dejaron y siempre dimos lo que creíamos que era lo mejor de nosotros –hasta en aquello que aborrecíamos-. Pero siempre pensamos, ilusos de nosotros, que todo camino tiene una meta con premio.
Por eso odio a las Cifuentes del mundo. Porque Cristina Cifuentes no existe únicamente una. Sangran los casos públicos y los que no hemos conocido. Gente que decide falsificar su currículum, que sí, todos hemos dicho alguna mentirijilla, pero de ahí a añadir un máster o una titulación que nunca hemos cursado…
Cifuentes no es la primera, ni será la última, estoy segura de ello. Pero el ridículo que está cometiendo aferrándose a su propia mentira, mientras en otros países directamente han dimitido, no deja de demostrarme que en España estamos hechos de otra pasta. Perdón, algunos están hechos de otra pasta, porque me niego a meter en el saco a la gente que, literalmente – y lo sé de primera mano- se hipoteca para poder estudiar. A la gente que suspende una y otra vez y aún así sigue matriculándose hasta que lo consigue, a los que estudian noche y día, y a los que sólo lo pueden hacer durante unas horas a la semana porque deben trabajar para poder seguir estudiando, a los padres que quieren lo mejor para sus hijos y hacen un sobreesfuerzo mes a mes… Me niego a meternos a todos en ese saco.
No me arrepiento de haber estudiado tanto –ni de seguir haciéndolo- con la esperanza de prosperar. Pero entenderéis que me indigne tanto cuando veo que una mentira triunfa y tiene más valor que todo el sacrificio de tantas personas.
Dimita. No por ilegal, no por inmoral, no por no ser válida… Dimita por respeto a tantos españoles tan trabajadores que siguen engrosando las listas del paro cuando se merecen una oportunidad, tengan o no títulos, pero, al menos, por pelear y ser honestos.