2018, asalto a la felicidad

Si alguien conoce la felicidad, que me la presente

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Josep Manel Sánchez

En 2018, nuestro planeta alberga ya 7500 millones de habitantes, que hemos de acceder de un modo u otro, a la consecución de una vida digna y feliz para todos/as. Votando qué futuro nos queremos dar. Dónde queremos estar y con quién, eliminando cárceles, psiquiátricos, reformatorios, edificios tétricos para “viejos”, cuarteles, ejércitos… Porque los ciudadanos del mundo nunca hemos sido enemigos. Porque nos amamos hasta por debajo de los océanos, por encima de las cumbres más altas, por los desiertos más inhóspitos: ¿Quiénes inventan las guerras? ¿Quiénes fabrican el odio? ¿Quiénes van a las contiendas de espaldas, cargados de diamantes, oro, y petróleo…?

Nadie va a repartir el dinero ni la felicidad, pero sí se puede repartir el trabajo, si queremos presumir de especie “inteligente”. Y repartir el trabajo es posible hoy, con la alta tecnología que se supone está a nuestro servicio, ¿o no? Este reparto lo podemos alcanzar con jornadas de 6 horas de lunes a viernes, 30 horas a la semana. De esta manera se puede conseguir el pleno empleo compartiéndolo con el ocio y no quedándose NADIE sin cotizar para la vejez. Se trata de cambiar de chip, SIENDO, aparte de productivos, más felices, más tolerantes y más comprensivos en todos los ámbitos sociales. Ya no están los tiempos para seguir construyendo pirámides para faraones absolutistas, ¿o sí? Aunque esto solo será posible en los cerebros y en la práctica, cuando el PARLAMENTO esté en la calle y sus servidores en el congreso, obedeciendo las demandas de las mayorías ciudadanas.

Creo que ya hay que empezar a darse cuenta de que las soluciones fáciles son las más prácticas. No queremos grandes “HERMANOS” ni grandes “LÍDERES”, sino una sociedad que piense por sí misma, para el bien común, que es el de todos/as, que resista los cánticos alados y monocordes que tratan de engullir nuestro espacio vital y polícromo donde la felicidad está ausente. Necesitamos relajarnos y unir tareas por la igualdad y la justicia en el planeta, empezando por nuestra comunidad de vecinos. El problema está en la desconexión entre idea y pueblo; y en aquéllos que nunca bajan de los balcones, los que nunca se han movido, por pereza o descontento, no lo sé. Pero sí sé, que son los que guardan las pancartas auténticas; y que sin ellos la felicidad es imposible.

Despojémonos de las caretas y perdamos ese miedo a vernos de verdad, tal cual somos, desnudos, como ha de ser la democracia que habrá que parir de nuevo y vestirla, cuidarla y amamantarla al igual que a nuestros hijos/as, nietos/as, madres, padres, hermanos/as y abuelos/as. La juventud tiene la palabra, y es la única que tiene la llave maestra del futuro. Y debe avanzar sin trincheras, avanzar por oleadas, el resto le seguiremos. Somos miles de millones de seres bullendo pletóricos, miles de colores iluminando el cielo, nuestro cielo, nuestro aire, nuestras vidas… al asalto de la felicidad secuestrada.